Bonjour París, magia en cada esquina

Por Evelyn Romero

París, la ciudad del amor y la historia, fue un regalo inesperado del universo, una invitación a un viaje que jamás soñé vivir. Tras un vuelo de más de 11 horas, finalmente llegué al viejo continente, con la emoción a flor de piel y la mente llena de expectativas.

Al aterrizar, nos recibió un día nublado, lluvioso y bastante frío —tan típico de Europa—. En la última etapa del invierno, entre finales de marzo y principios de abril, las temperaturas exigían una buena chamarra gruesa y una gabardina. Sin embargo, nada opacó la emoción de estar en París, ese destino que desde niña soñaba con conocer. Si planeas viajar en esta temporada, te recomiendo llevar ropa abrigadora; el clima puede ser un reto, pero el encanto del lugar lo compensa con creces.

Ya en el hotel, la sorpresa fue mayúscula: ¡estaba justo al lado de la Torre Eiffel! Desde mi balcón, cada mañana, lo primero que veía era esa estructura de hierro, imponente y llena de historia. La sensación de despertar con esa vista fue simplemente indescriptible.

Nuestro primer acto en París fue disfrutar de un café con baguette. Como mexicana, imaginaba uno con lechuga, jitomate y mayonesa… ¡pero no! El baguette parisino es frío y sencillo: pan crujiente con un poco de mantequilla, jamón y queso. Esa simplicidad, en este caso, fue deliciosa y auténtica.

Torre Eiffel, sitio emblemático de París

Al salir del hotel y dar la vuelta en la esquina, ahí estaba la Torre Eiffel. Mis ojos quedaron enamorados al verla en persona. Esa imponente estructura de 330 metros de altura, que hasta entonces solo conocía por películas y postales, se alzaba frente a mí. Inaugurada oficialmente el 31 de marzo de 1889, este monumento te transporta a otra época, a la historia de la ciudad y del mundo. No podía dejar de tomar fotos, pero la emoción lo valía todo.

Luego comenzamos nuestro recorrido. Justo en la esquina había una parada del autobús turístico. Un tip útil: elijan el Tootbus, que opera las 24 horas y permite subir y bajar cuantas veces quieran. Nosotros lo conseguimos por 38 euros (850 pesos aprox.), aunque el precio varía según la temporada.

Nuestra primera parada fue el famoso Museo del Louvre, uno de los más visitados del mundo. Es enorme, elegante y lleno de historia. Un dato importante: los martes permanece cerrado, así que planeen su visita para otro día. La entrada cuesta 25 euros (550 pesos). Además, el Louvre recibe más de 8 millones de visitantes al año y ocupa el primer lugar en la lista de los museos más visitados del planeta.

Al ingresar, una puerta enorme nos dio la bienvenida. En el centro destaca el tragaluz con forma de pirámide invertida ubicado dentro del centro comercial Carrousel du Louvre. El museo alberga pinturas de todos los tamaños y esculturas que dejan sin aliento por su realismo: se pueden apreciar detalles como venas, textura de la piel y músculos. También exhibe obras gráficas de gran fuerza visual que impactan por su intensidad.

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Mona Lisa

Pero la obra que más me cautivó fue, sin duda, la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Aunque su tamaño es modesto (77 x 53 cm), su enigma y belleza han fascinado al mundo por siglos. Su sonrisa ambigua, sus ojos que parecen seguirte y ese paisaje onírico de fondo atraen diariamente a miles de visitantes que hacen fila para acercarse lo más posible. Pintada entre 1503 y 1519, esta obra maestra es considerada el retrato más famoso del mundo. Está protegida por un cristal blindado y una pared que va de piso a techo, rodeada por una multitud permanente. Su magnetismo es tal, que por sí sola justifica la visita al Louvre.

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Nuestro segundo punto a visitar fue la majestuosa Catedral de Notre Dame, una de las catedrales góticas más antiguas y emblemáticas del mundo. Desde el primer instante en que la vi, no pude evitar que mi mente se llenara de recuerdos de Quasimodo y Esmeralda, personajes inmortalizados en la literatura y el cine. La presencia de Notre Dame en obras como El jorobado de Notre Dame y en la famosa adaptación de Disney le confiere un aura de magia y misterio que cautiva a todos los visitantes.

Vistas espectaculares en París

Al cruzar la calle que atraviesa el río Sena, la vista es simplemente espectacular. La catedral se alza imponente, con su fachada detallada y torres que parecen tocar el cielo. Aún se encuentra en restauración tras el devastador incendio de 2019, por lo que las grúas permanecen en la parte central del edificio.

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El techo, de una altura impresionante, y el altar central, que alberga a la Virgen María, invitan a la reflexión. En el muro relicario se conserva un pedazo de la Cruz de Cristo y uno de los clavos de la crucifixión, detalles que enriquecen aún más la experiencia espiritual. No pude resistirme a comprar una velita para dejar un pequeño agradecimiento, —un acto sencillo pero lleno de significado.

Pero bueno, aún me esperaban más días en La ciudad del amor, así que espera la segunda parte en la siguiente edición.

Continuará…

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