Las celebraciones religiosas tienen un significado especial y son de gran relevancia para millones de mexicanos, ya que representan la oportunidad perfecta para manifestar la profunda devoción hacia los Santos, así como a diversas imágenes y figuras eclesiásticas. Enrosos
Existen múltiples formas de expresar la fe que habita en el corazón y el alma; una de ellas son los enrosos, espléndidas ofrendas que se confeccionan con dedicación en diferentes localidades del estado de Jalisco.
Estas vibrantes y coloridas ofrendas se elaboran con flores de cempoalxóchitl, más conocidas como cempasúchil, que son nativas de México y se distinguen por su característico color amarillo y su aroma singular. A cada flor se le quita el tallo y se ensartan con pabilo para formar rosarios que constituyen una especie de cortina, la cual se coloca en una lata de madera, permitiendo colgarlas en las entradas de los templos.
Es habitual observar estas ofrendas durante octubre y los primeros días de noviembre, en el Día de Muertos, cuando en todo el país se rinde homenaje con cariño a los seres queridos que han partido en el viaje de la vida. También pueden ser colgadas en las tres puertas principales de la catedral de Ciudad Guzmán, durante las festividades en honor al Patriarca Santo de la región o en las celebraciones por la Virgen del Rosario.
Entre los diversos lugares de Jalisco donde se pueden admirar estos arreglos, sobresale el municipio de Zapotlán el Grande, donde elaborar “enrosos” para la Virgen María y el Señor San José “es una devoción, no una tradición”.
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Según los habitantes de la zona, esta devoción por los arreglos se remonta al año 1747, cuando las imágenes de la Virgen María y el Señor San José llegaron a Zapotlán. En respuesta a este importante suceso, los pobladores se reunieron para darles la bienvenida a estas figuras religiosas y formalizar un pre juramento, en el que se comprometieron a venerarlas.
Se dice que, en esos tiempos, esta región de Jalisco era frecuentemente azotada por sequías, granizadas, temblores y asaltos de grupos organizados. Ante esta situación, los habitantes se congregaron nuevamente para pedir la protección de Dios contra sus sufrimientos.
Una vez que sus súplicas fueron atendidas, se estableció en octubre una festividad anual juramentada en honor a las sagradas imágenes de la Virgen María y el Señor San José. Además, este último fue declarado patrono protector del pueblo de Zapotlán.
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En esa época, la sociedad estaba dividida en tres estratos: los “muy pobres”, la clase media y la clase alta. Los más acomodados decidieron organizar la festividad o el novenario y preparar “las andas”. Por otro lado, la clase media y baja, con un presupuesto limitado, optó por construir una ofrenda en un arco de flores silvestres. Así fue como surgieron los famosos y apreciados enrosos.
En la actualidad, se celebran dos enrosos juramentados al año en Zapotlán el Grande. El primero tiene lugar el 6 de octubre en honor a la Virgen del Rosario, mientras que el segundo se lleva a cabo el 21 de octubre para el Señor San José.
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