Nuestros amigos de Civitatis, el market place de las actividades turísticas y visitas guiadas en español alrededor del mundo, organizaron un famtrip a la Ciudad de Puebla. Antes de contar nuestra experiencia recorriendo Puebla, queremos agradecerles por la amenidad de este viaje. Como dice el meme: bailamos, cantamos y echamos cotorreo.
Visitamos el Centro de Puebla, el primer punto fue la Biblioteca Palafoxiana, donde nuestro guía certificado, Fernando, nos explicó que este refugio del saber fue fundado en 1646 por el arzobispo Juan de Palafox y Mendoza, convirtiéndolo en la primera biblioteca pública del continente americano. Era la primera vez que entraba y creo que tanto a mí como a todos los visitantes nos dejó boquiabiertos la belleza de su arquitectura interior, tallada en madera de cedro y sus escritorios con incrustaciones de ónix.
Actualmente, la biblioteca cuenta con unos 45 mil volúmenes, entre los más importantes se encuentran los libros incunables llamados así porque fueron producidos durante la cuna de la imprenta, es decir, antes del 1 de enero de 1501. Por mencionar algunos: Los Nueve Libros de la Historia, escrito en 1473 por Herodoto y el Libro de las Crónicas o Crónica del Mundo, que imprimió Antón Koberger.
Después de la biblioteca dimos un recorrido breve por algunos templos del Centro Histórico, como la Catedral y el Templo de Santo Domingo.
Lavanda para la banda
El recorrido del día dos fue mi favorito. Visitamos el mirador de Los Fuertes, con una vista preciosa de la ciudad de Puebla y desde las alturas seguimos admirando esta hermosa metrópoli a través del teleférico. También comimos en la Casa de los Muñecos y, definitivamente, el protagonista del día fue el Rancho San Martín. Podría resumir el resto del artículo en una palabra: calma. Aunque eso no haría justicia a la magia que hacen ahí adentro transformando diferentes plantas y materia prima de la naturaleza en aceites esenciales y productos de cuidado y autocuidado como jabones, shampoo y tonificantes.
Algo que me encantaría destacar y, de hecho, es de las principales razones por las que pienso volver al rancho, es que nuestra anfitriona, la señora Doris, tiene un profundo amor y respeto por la naturaleza. Y creo que, actualmente, entre las sequías, el calor terrible y todo lo que está pasando en el mundo, hay muchas personas hablando de la naturaleza y de su importancia, pero me parece que Doris lo hace la humildad y una genuina contemplación por las cosas pequeñas y aparentemente insignificantes.
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¿Qué más en Puebla?
En el área de destilado pudimos conocer cómo es el proceso de elaboración de aceites esenciales y nos dieron una especie de prueba en la que pudimos oler (incluso sentir) el agua que va sobrando de ese proceso y que se ocupa, por ejemplo, para elaborar los tonificantes. Aquí, como en otros ranchos que hemos visitado, nada se desperdicia.
Después del área de destilado, pasamos a recorrer las plantaciones de lavanda, por si se me había olvidado mencionarlo, el rancho se especializa en esta planta. Me considero una aficionada de las plantas y yo no sabía que no todos los tipos de lavanda se pueden comer, ya que algunos tienen un sabor amargo. Entre las diferentes variedades que aquí siembran, se encuentra la Royal Velvet, Melissa, White Spike, Española, Folgate, Provence y Grosso.
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¡Eso no es todo, lector, lectora! También nos mostraron las diferentes formas de reproducción de la lavanda, ya sea por semillas o esquejes. Ah, y la cereza del pastel es que al final del recorrido puedes pasar a la cafetería y probar un delicioso panqué de lavanda y un cafecito.
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